El ánimo de cooperación que parece marcar las conversaciones internacionales de protección del Ártico queda en duda cuando, por ejemplo, el Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia Serguéi Lavrov, en la antesala del inicio del Consejo del Ártico, afirma, acerca de dicha región, que “Todos saben perfectamente y desde hace mucho tiempo que es nuestro territorio, que es nuestra tierra”.
El Ártico en la mira
El pasado 20 de mayo, en Reikiavik, Islandia, se celebró el denominado Consejo del Ártico. La instancia reunió a representantes de países vecinos en dicha región como son Rusia, Estados Unidos, Canadá, Dinamarca, Suecia, Finlandia, Noruega y, por supuesto, la anfitriona Islandia, con el objetivo de discutir, bajo un espíritu de cooperación, temáticas como desarrollo sostenible, pueblos originarios y, tal vez el tema más sensible en estos días: los efectos del cambio climático sobre ese extenso territorio polar.
Y es que precisamente es en la región ártica donde el cambio climático y el consecuente calentamiento global de la atmósfera da sus señales de avance más visibles y preocupantes. Con el pronosticado aumento de 3° y 4° de temperatura atmosférica para las décadas venideras, los efectos en el Ártico prometen ser catastróficos en distintos niveles. Por ejemplo, actualmente ya es observable una progresiva disminución de la masa del hielo marino -a tasas de un 13% cada decenio-, así como la pérdida efectiva de un 95% del hielo más grueso y antiguo -advierte el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).
A mediano y largo plazo, informes aseguran que, si el calentamiento global continúa creciendo a su ritmo actual, los efectos del masivo derretimiento de hielo polar pueden tener impactos para el planeta completo. Entre estos impactos podemos mencionar: alza en el nivel del mar -sumergiendo comunidades litorales-; cambios en los niveles de salinidad del agua marina -afectando la biodiversidad y el flujo de corrientes marinas-; aumento aún más dramático de la temperatura global -perderíamos una suerte de “nevera” planetaria. Y tal vez lo más preocupante es el hecho de que el derretimiento podría implicar la desaparición total del hielo ártico y del mismo permafrost durante los meses de verano.
El permafrost es la superficie de hielo que, como sugiere su nombre, corresponde a una capa permanentemente congelada. Su eventual desaparición, aunque sea en periodos estivales, liberaría gases, entre ellos gas metano, a la atmósfera. El gas metano es un gas invernadero por lo que en caso de llegar a esta situación crítica el calentamiento global se agudizaría aún más.
Sin embargo, esta situación sumamente preocupante en términos climáticos y ambientales, es vista como una oportunidad por quienes ponen su mirada en la extracción de recursos naturales. Exploraciones dan cuenta de la presencia de minerales como níquel, plomo, zinc, uranio, platino y las cada vez más codiciadas tierras raras en la región ártica.
Pero, en términos urgentes, ante el inminente agotamiento de los yacimientos de petróleo y gas tradicionales, el Ártico parece ser la salvación para quienes aún apuestan al consumo de combustibles fósiles en el futuro. Esto porque se estima que la región concentraría el 22% de reservas de hidrocarburos y el 10% de las reservas mundiales de gas. Y con el derretimiento del Ártico se abre la posibilidad de acceder a nuevos yacimientos antes inaccesibles bajo los hielos eternos.
Así, el Ártico comienza a seducir y provocar las ambiciones de varios Estados, pero hay uno que ya a tomado la delantera.
El Ártico como nueva frontera rusa
El ánimo de cooperación que parece marcar las conversaciones internacionales de protección del Ártico queda en duda cuando, por ejemplo, el Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia Serguéi Lavrov, en la antesala del inicio del Consejo del Ártico, afirma, acerca de dicha región, que “Todos saben perfectamente y desde hace mucho tiempo que es nuestro territorio, que es nuestra tierra”.
Aunque no es un misterio que Rusia -tal como otros de los países que conforman este foro e incluso China- tienen intereses geoestratégicos septentrionales, la inusitada soltura en la sentencia Lavrov revela abiertamente, no solo las intenciones de la Federación Rusa de establecer su dominio sobre el Ártico, sino que también desliza una seguridad intimidante para el resto de los Estados que participan de una instancia que, se supone, aspira a la colaboración mutua.
La seguridad de Lavrov no es exagerada. Nace de un histórico sentimiento nacional ruso que podemos rastrear hasta los tiempos de Stalin. En ese periodo, el Ártico se convirtió en una especie de símbolo de la fuerza indómita de la naturaleza y que, por lo mismo, bajo la concepción de progreso socialista, debía ser sometida y puesta al servicio de los hombres y mujeres. Y así se hizo. La antigua Unión Soviética conquistó zonas tan inhóspitas como Siberia, pero en la consecución de dichos objetivos dejó como trágico saldo las vidas de miles de rusos que, destinados a los Gulags, fueron forzados a trabajar en la colonización de esa dura geografía.
Con todo, ese proceso de anexión de territorios árticos fue un aporte significativo para el desarrollo de Rusia como potencia extractiva de hidrocarburos y gas, esto al punto que el país hoy es productor del 12% del suministro mundial de petróleo y del 20% de gas.
En lo que respecta a datos demográficos, actualmente, el 18 % de la totalidad del territorio ruso se encuentra dentro de la región ártica. En ese espacio geográfico, viven cerca de 2,4 millones de rusos, lo que representa el 40% de la población mundial del Ártico. En ese sentido, la presencia rusa en la región es, sin duda, un elemento a considerar.
Estos motivos explican -en cierta medida- el hecho de que desde el año 2012 las Fuerzas Armadas rusas, obedeciendo a una estrategia de Seguridad Nacional, han comenzado a instalar una red de bases en el ártico. Luego, en 2013 Putin firmó un documento que traza una hoja de ruta estratégica que define el accionar del gigante euroasiático sobre la región en ámbitos tan diversos como desarrollo socioeconómico y seguridad y defensa fronteriza.
Militarización y un plan de desarrollo territorial que, junto a declaraciones bastante polémicas y una atractiva fuente de recursos naturales afín a la matriz productiva del país euroasiático, dejan entrever que el Ártico es la próxima frontera rusa.
Fuentes utilizadas en este artículo:
https://nuso.org/articulo/con-el-frio-en-el-alma-la-politica-de-rusia-en-el-artico/
https://es.rbth.com/cultura/technologias/2014/05/23/el_artico_la_gran_apuesta_40283
Acerca del Autor
ANDRÉS FONSECA LÓPEZ
Licenciado en Filosofía, Máster en Psicología, Posgrado en Trabajo Social, Diplomado en Políticas Sociales, Pobreza y Territorio, Diplomado en Derechos Humanos de los Grupos en Situación de Vulnerabilidad.
Oferta Formativa
Máster en Diplomacia, Relaciones Internacionales, Seguridad y Defensa
Este Máster oficial en Relaciones Internacionales, es una formación que prepara al profesional en el camino de la Carrera Diplomática, proporcionándole los conocimientos necesarios al alumno para enfrentar los distintos escenarios internacionales y cuya principal característica se enfoca en ser complejos, cambiantes, dinámicos y de intereses muy variados entre los países.
Este máster universitario en Investigación está diseñado para dotar al alumno de amplios conocimientos relacionados con Seguridad, Geoestratégia, Defensa.
Más información en nuestra página: https://www.iniseg.es/terrorismo/masteres-oficiales/master-universitario-en-diplomacia-relaciones-internacionales-y-seguridad.html