Reflexiones sobre la imposibilidad práctica de que China ocupe Taiwán Manu Militari.

VI CONGRESO INTERNACIONAL DESAFÍOS A LA SEGURIDAD GLOBAL
En el VI Congreso Internacional Desafíos a la Seguridad Global que realizará INISEG los próximos días 26, 27 y 28 de abril en la Escuela de Guerra del Ejército de Tierra (con transmisión también vía streaming) se analizará este tema y todas las amenazas y conflictos en el nuevo orden mundial, de la mano del mejor panel de expertos y profesionales. Más información en la web del Congreso #CIS_INISEG22 | https://www.iniseg.es/congreso2022/ 

TAIWÁN NO ES UCRANIA

El presente artículo de opinión e investigación nada a contracorriente del pensamiento morboso generalizado, a saber, que China indudablemente acabará invadiendo Taiwán por la fuerza de las armas y que, además, lo conseguirá sin ningún tipo de obstáculo venciendo tanto a taiwaneses como a estadounidenses o cualquier otro al que se le ocurra navegar por el estrecho de Formosa cuando se desate el órdago rojo.

A pesar de no ser un tema obviado por los medios de comunicación, la invasión rusa de Ucrania ha devuelto a la actualidad la hipotética futura invasión china de Taiwán. Algunos analistas creen que China está siguiendo muy de cerca el modo en que Estados Unidos actúa ante el desafío planteado por Putin en Ucrania, y que tomará buena nota de la reacción de Washington y de la OTAN ante el oso ruso. Y, a decir verdad, no andan errados. Pero se equivocan al afirmar que la guerra en Ucrania determinará si Pekín decide lanzar o no una invasión anfibia a gran escala contra Taiwán. La razón es que, a pesar de las apariencias, China carece aún de la capacidad militar necesaria para hacerlo en un futuro a corto y medio plazo.

Tras Ucrania, ¿será Taiwán el próximo país en ser invadido? Creemos que no.

OPERACIONES MILITARES DISTINTAS

Cabe recordar que, si bien China puede lanzar una lluvia de misiles y bombas y emplear tácticas de guerra híbrida para debilitar a Taiwán antes de poner pie en la isla, el ejército taiwanés, fuertemente armado, no es el ejército ucraniano y que entre Taiwán y el continente no existe frontera terrestre como entre Rusia y Ucrania sino una franja de mar, el estrecho de Taiwán o Formosa, que sería minado ipso facto por los taiwaneses nada más entrar en guerra. Por tanto, por muy poderosa que China sea, y lo es, si quiere ocupar el territorio insular solo podrá hacerlo si realiza un desembarco anfibio a gran escala, lo cual representa una operación militar totalmente distinta a la que el ejército ruso acomete en suelo ucraniano.

No obstante, el morbo occidental por que se desate un conflicto armado entre las dos orillas del estrecho de Taiwán viene siendo alimentado desde hace años por el Comando del Indo-Pacífico de Estados Unidos, el cual nos advierte de la paulatina creación de las fuerzas necesarias por parte de China para invadir y someter a Taiwán, apuntando a que podría ser tan pronto como 2030. Así, a bote pronto, no parece imposible cumplir con un plazo tan ajustado a tenor de la inquebrantable determinación de China por reunificar Taiwán con el continente y realizar el ansiado sueño de ‘una sola China’. Sin embargo, dicho análisis se basa en una percepción errónea fundamental sobre la capacidad de la Armada china (AEPL) para lanzar un ataque anfibio a gran escala.

Si China lanzara una operación de ese tipo contra Taiwán, cabría formularse las siguientes preguntas: ¿qué necesitaría China en términos de fuerzas de combate y niveles de fuerza? ¿Cuenta con la superioridad numérica y las capacidades militares y logísticas necesarias? De no ser así, ¿cuándo podría tener organizadas esas fuerzas que se contarían por cientos de miles de efectivos y miles de barcos y lanchas de desembarco? Hasta la fecha nadie ha abordado con éxito el estudio de estas cuestiones. Los estudios existentes se han centrado en el cómo, pero no en los requisitos específicos en materia de recursos tanto humanos como materiales necesarios para la invasión.

ANTECEDENTES BÉLICOS DESFAVORABLES

De hecho existen dos precedentes de intentos de invasión fallidos a territorio de la República de China, que no la isla de Taiwán. En 1949, recién terminada la guerra civil en suelo continental entre los comunistas de Mao Zedong y el bando nacionalista del Generalísimo Chiang Kai-shek, el hasta la sazón victorioso Ejército Popular de Liberación (EPL) lanzó el primer asalto anfibio de su historia para tomar el pequeño archipiélago de las islas Quemoy (Kinmen), empezando por la más cercana a la costa, a tan solo 2 km de distancia de Xiamen (Amoy), esta última ya en manos de la RPC.

La Batalla de Quemoy tuvo lugar de los días 25 a 27 de octubre de 1949 y acabó en un completo desastre para las hordas rojas. De los 20.000 efectivos destinados, solo 9000 consiguieron desembarcar. El resultado fue la humillante derrota de tres regimientos del EPL a manos de un contingente nacionalista que, téngase en cuenta, se había retirado a aquella pequeña isla tras sufrir sucesivas derrotas en el continente. El fracaso en la Batalla de Quemoy supuso un duro golpe para la moral del EPL puesto que demostró su incapacidad para llevar a cabo un desembarco anfibio.

El desembarco anfibio fracasado sobre la isla Quemoy/Kinmen.

El segundo desembarco, también fallido, se produjo en la Batalla de la isla Dengbu, en otro archipiélago frente a la ciudad de Ningbo. El conflicto transcurrió del 3 al 5 de noviembre de 1949 y resultó en otra victoria de la República de China. De nuevo, unos 20.000 atacantes sucumbieron ante un número desconocido de defensores nacionalistas, que infligieron una pérdida de 3600 hombres al bando continental, prácticamente la misma cifra que en la batalla de Quemoy (3800). Sin embargo, la República de China se vio forzada a retirarse más tarde cuando el EPL obtuvo la superioridad aérea sobre el archipiélago de Zhoushan (Chusan), quedando la isla Dengbu bajo el control de la República Popular China.

OPERACIÓN CAUSEWAY

Es evidente que por aquel entonces el ejército chino desconocía la existencia del único plan formulado para invadir Taiwán, y si lo conocía no llegó a leerlo. En efecto, el único plan conocido en el mundo que analiza la fuerza militar necesaria para conquistar Taiwán mediante un desembarco fue redactado por el ejército estadounidense hacia el ocaso de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico.

En 1944, la Operación Causeway fue el plan estadounidense para recuperar Formosa de las garras de 30.000 soldados japoneses que, dicho sea de paso, se encontraban abandonados a su suerte. Con todo, la fuerza de invasión prevista en el plan ascendía a más del doble de los efectivos aliados desembarcados durante el Día D de la Operación Overlord en Normandía —400.000 soldados y marines desplegados mediante 4000 barcos y lanchas de desembarco. No obstante, el plan fue descartado ante la necesidad de concentrar los esfuerzos en la invasión a isla de Luzón.

Para ser justos con el gigante asiático, debemos reconocer que no todo fueron derrotas en su intento por reconquistar Taiwán. En abril de 1950, dentro la campaña por liberar todas las islas del litoral chino aún en manos del Kuomintang, Pekín realizó una operación de desembarco anfibio para ocupar la isla de Hainán, en el sur de China frente al golfo de Tonkín. Aprendida la lección, en aquella ocasión el EPL preparó el asalto a conciencia desde finales de 1949 y lo llevó a cabo con una fuerza de 120.000 atacantes transportada en 2135 juncos, sufriendo solo 4500 bajas mortales frente a la estremecedora cifra de 33.000 muertos del bando nacionalista.

De todas maneras, no debe caerse en la tentación de comparar el exitoso asalto a Hainán, realizado más de 70 años atrás, contra una isla de tamaño inferior, orografía distinta y a muy poca distancia del litoral continental, con la operación requerida para desembarcar en la costa occidental de Taiwán.

DESEMBARCO ESCABROSO Y PACIFICACIÓN COMPLEJA

Volviendo al contexto actual, con una fuerza de defensa potencial de 450.000 soldados taiwaneses, utilizando la proporción clásica de tres atacantes por cada defensor que se enseña en las escuelas de guerra, China necesitaría desplegar, grosso modo, 1,2 millones de efectivos (de una fuerza activa total de más de 2 millones) para invadir Taiwán. Se necesitarían miles de buques y lanchas para desembarcarlos, y hacerlo llevaría semanas incluso si la cifra fuera inferior. Pero lo peor vendría a posteriori. Vencida, hipotéticamente, la resistencia militar taiwanesa, ¿cuántas fuerzas de ocupación serían necesarias para ‘pacificar’ a los taiwaneses? Seguro que en Pekín saben lo que a otros les ha ocurrido en Afganistán e Irak.

Por ahora China posee solo una pequeña fracción de los buques necesarios para ejecutar un desembarco de semejante envergadura y carece de la capacidad para realizarlo en un futuro cercano. Pero la realidad es que tampoco existen planes actuales que sugieran que China tiene la intención de adquirir tal fuerza, si bien es cierto que eso podría cambiar. Tampoco debemos confundir la frenética construcción de portaaviones y buques LHD y la modernización de la AEPL en general como prueba irrefutable de que Pekín está construyendo esa fuerza de combate requerida para la invasión, por la sencilla razón de que los números, a pesar de ser impresionantes, continúan siendo insuficientes.

Con todo, China está realizando avances notables con la puesta en servicio de los buques de asalto anfibio/portahelicópteros Tipo 075 clase Yushen (LHD), de los cuales hasta ahora se han construido tres, uno ya en servicio y los otros dos en diferentes fases de sus pruebas de mar. China prevé construir un total de ocho buques Tipo 075. Ocho unidades, también, son las que China ya ha construido de la clase de buques de asalto anfibio Tipo 071 Yuzhao (LPD). De hecho, a tenor de su clasificación ―buques de asalto anfibio― podemos asegurar que China nunca asaltará Taiwán antes de disponer de una nutrida flota de este tipo de buques.

Ceremonia de entrada en servicio del primer buque LHD de la clase Yushen Tipo 075.

No obstante, teniendo en cuenta que antes de una hipotética invasión la AEPL debe sellar el estrecho de Formosa por el norte y por el sur para impedir que Estados Unidos y los otros miembros del QUAD más comprometidos con la seguridad de Taiwán, como son Japón sobre todo y Australia en menor medida, acudan en ayuda de Taipéi, se hace patente que la mayor parte de estos buques LHD y LPD y sus helicópteros embarcados serían requeridos en operaciones de lucha antisubmarina desde el principio o poco después de iniciarse el asalto a las costas taiwanesas. Otro tanto de lo mismo ocurriría con la flamante flota de portaaviones que Pekín está construyendo. Por tanto, los números siguen sin acompañar los sueños de China.

Asimismo, la orografía de la isla de Taiwán no invita a ningún tipo de asalto anfibio. Los escasos puntos del litoral occidental ideales para un desembarco están cercados por áreas montañosas próximas que se extienden a lo largo de los 400 km de longitud de la isla, con algunas elevaciones que alcanzan los 3000 metros, terreno ideal para que los defensores taiwaneses libren una guerra de guerrillas. Otro detalle sin ‘importancia’: Taiwán carece de la infraestructura necesaria para sostener a más de un millón de invasores y sus necesidades logísticas, muchas de las cuales tendrían que ser suministradas desde el continente.

TAIWÁN Y LA DEFENSA DE ERIZO

Taiwán es un país fuertemente armado. En los últimos años, Taipéi ha suscrito nuevos contratos con Washington para el suministro de equipos y sistemas de armas, entre los que destacan la compra de 66 nuevos F-16 Block 70/72, 4 UAV armados MQ-9B Sea Guardian, 100 lanzaderas de defensa costera para misiles antibuque Harpoon Block II, 11 lanzacohetes múltiples HIMARS para misiles balísticos tácticos ATACMS (con 64 misiles) y 135 misiles aire-superficie SLAM-ER con los que equipar los F-16. Pero la sola compra de ‘sistemas’ no garantiza la disuasión contra China porque el continente aún está más armado que Taiwán. Es por ello que la estrategia basada en la adquisición y el despliegue de sistemas tanto ofensivos como defensivos es insuficiente.

Taiwán no es un país indefenso.

Taiwán difícilmente dispondrá de la capacidad de disuadir a China si su disuasión se basa únicamente en el lanzamiento de misiles balísticos y de crucero contra objetivos costeros o interiores en el continente. Tampoco podrá repeler la operación anfibia contra su suelo tan solo por disponer de unos cuantos submarinos o misiles antibuque más en su inventario. Y por lo que respecta a su fuerza aérea, ídem. Sin embargo, por un coste inferior al de la adquisición de los sistemas convencionales clásicos, Taiwán podría erigir una capacidad de defensa de erizo, cuyo propósito, aludiendo metafóricamente a la manera como se defiende este animal, es contrarrestar la estrategia del enemigo e interrumpir cualquier ataque mediante el despliegue de medidas defensivas de grandes proporciones que causarían un graves daños al agresor y así disuadirlo de un posible ataque.

En el caso de Taiwán, esta estrategia defensiva implicaría la combinación de una gran cantidad de drones y vehículos no tripulados junto a misiles antiaéreos y anticarro como los Stinger y los Javelin, así como minas marinas para impedir o penalizar duramente cualquier desembarco anfibio en primera instancia. También se requeriría el uso de operaciones de guerra cibernética y de influencia anticomando y anticontrol, junto al uso intensivo del engaño y la desorientación para interrumpir y confundir el ataque enemigo.

Taiwán debería concentrar sus limitados recursos en alcanzar el grado óptimo de disuasión, y, si esta fracasara, ser capaz de sobrevivir al primer ataque del EPL permaneciendo en condiciones de contragolpear decisivamente mediante el uso de contramedidas electrónicas, sistemas de comunicación descentralizados, con unas fuerzas bien equipadas y entrenadas con gran movilidad y capacidad de ocultación. Un enfoque defensivo de estas características aprovecharía las posibilidades de protección que ofrece la conformación particular de la isla, y por otro lado, aumentaría las capacidades de defensa asimétrica con el fin de desalentar y repeler el mayor tiempo posible el desembarco chino, resistiendo eficazmente a la espera de una intervención del aliado estadounidense o japonés, de ambos, o de una coalición tipo QUAD o AUKUS. Tal estrategia complicaría enormemente cualquier intento de China para tomar la isla manu militari.

OPERACIÓN DE ALTO RIESGO POLÍTICO EN PEKÍN

A diferencia de sus predecesores, el presidente chino Xi Jinping ha demostrado una mayor determinación en el deseo de reunificación. El informe del XIX Congreso Nacional del Partido Comunista Chino (PCCh) en 2017 demostró dicha determinación y entusiasmo, anunciando que el “gran rejuvenecimiento” de la nación china debe lograrse hacia 2049 (centenario de la RPC), y que la reunificación es condición fundamental para ello. No obstante, es poco probable que el continente tenga alguna intención de buscar la reunificación por la fuerza a corto y medio plazo.

La amenaza de tomar Taiwán por la fuerza puede ser rentable políticamente, pero podría pasar factura al líder chino actual o futuro.

La razón principal es que los riesgos políticos internos son muy altos si el uso de la fuerza no tiene éxito. Y, de hecho, no puede tenerlo. Habiéndose preparado para el conflicto contra el continente durante décadas, Taiwán ha fortalecido su capacidad defensiva. La voluntad democrática de Taiwán es más fuerte que la determinación totalitaria de China. Las encuestas muestran que el 80 por ciento de los taiwaneses están dispuestos a defender la isla por la fuerza. La invasión nunca podría tener éxito porque no solo se trata de un desembarco anfibio que, quizá, pudiera ser exitoso, sino que tras esa operación, de por sí harto compleja, vendría la ocupación y la pacificación del pueblo taiwanés. Imposible no empantanarse en un cenagal tan profundo.

En el contexto del XX Congreso del Partido en 2022, Xi Jinping necesita un entorno político interno estable para garantizar la prolongación de su mandato como Secretario General del PCCh. Una política arriesgada hacia una incursión en Taiwán podría poner en riesgo la estabilidad interna, provocar el descontento público y una reacción violenta que podría acabar con su liderazgo y precipitar la caída del partido comunista en China. El politburó decapitaría sin dilación a cualquier líder que pusiera en peligro la existencia misma del partido.

Todavía existen otras opciones para la reunificación. En China hay quienes sugieren que la posibilidad de una reunificación pacífica aún no se ha perdido por completo y que Taiwán puede ser compelido a reunificarse a través del llamado “modelo Beiping”. Este modelo se basa en el acuerdo alcanzado en 1949 entre el EPL y la guarnición del Kuomintang defensora de Beiping —ahora Beijing, la actual capital— para que los nacionalistas depusieran las armas sin oponer resistencia, evitando así el derramamiento de sangre.

Dicho modelo podría ser una opción a sopesar por Taipéi en el caso de que Pekín, consciente de la imposibilidad práctica de obtener el éxito en la invasión y posterior ocupación de la isla, ideara un ataque parcial a territorio soberano taiwanés, escenificando la sola invasión de las islas Quemoy y Matsu, que ahora sí está capacitada para someterlas por la fuerza. Pero podría no ser necesario emplearla si Taiwán aceptara una solución tipo modelo Beiping, que, además, como contrapartida para Taipéi, incluyera la aceptación tácita de Pekín de no invadir la isla de Taiwán.

Los archipiélagos Quemoy (Kinmen) y Matsu, territorio soberano de la República de China.

Tras esa escenificación se podría alcanzar un alto el fuego muy beneficioso para ambas partes, puesto que China habría demostrado ante su pueblo y el resto del mundo que no bromeaba cuando aseguraba que un día invadiría Taiwán, y para la República de China, la cual conservaría su principal territorio y podría seguir existiendo como nación independiente de facto durante quién sabe cuantos decenios más. Si alguien piensa que esta opción no tiene ningún sentido, entonces es que desconoce por completo la idiosincrasia del pueblo chino y la obsesión de sus líderes por conservar el prestigio, la reputación y las apariencias.

Prestigio, reputación y todos los logros acumulados por la República Popular China desde 1979 ―año en que Deng Xiaoping implementó la política de ‘Reforma y Apertura’ que convirtió a China en la fábrica del mundo al atraer la mayor inversión extranjera directa de la Historia― serían también las víctimas propiciatorias de una agresión militar a gran escala contra Taiwán. El daño para la economía china sería irreparable, no solo por las duras sanciones económicas que se aplicarían contra Pekín ―de nuevo el paralelismo con Ucrania―, sino porque el primer y mayor afectado por el cierre de la navegación por el estrecho de Taiwán sería la propia China y su economía.

Incluso en el supuesto de que Taipéi cruzara el Rubicón, es decir, si se independizara de China (de la República de China, no de la República Popular a la cual no pertenece ni ha pertenecido nunca) para Pekín sería más rentable mantener la calma o escenificar una invasión de teatro tragicómico como la expuesta arriba. Mientras tanto, China seguirá empleando tácticas híbridas, incluyendo su agresiva diplomacia contra Taiwán, y explorará formas de reunificar la isla con la República Popular sin derramar la sangre de sus hermanos al otro lado del estrecho.

AUTOR:

JUAN JOSÉ ALARCÓN RIUBANYS

BREVE RESEÑA DEL AUTOR:

Profesor de másteres y cursos online para INISEG y la Università Telematica Pegaso. Analista independiente en geopolítica internacional, geoestrategia y terrorismo yihadista. Sus líneas de investigación se centran en China, Asia Central y el Sudeste Asiático. Ha publicado casi un centenar de artículos en español y en inglés sobre geopolítica y terrorismo islamista en China y Asia-Pacífico. Es autor de dos capítulos sobre geopolítica internacional y terrorismo: “Geoestrategia en los mares de China y en Asia Central” y “China y sus estrategias frente al extremismo religioso: infraestructuras, iniciativas económicas y presencia militar en el exterior” (Thomson-Reuters y Wolters-Kluber). Ha pronunciado ponencias en Barcelona, Madrid, Pekín, Buenos Aires, Bucarest y Brasilia en el marco de Congresos, Jornadas y Seminarios organizados por la Universidad de Nebrija, la Universidad Camilo José Cela, la Universidad de Lenguas Extranjeras de Pekín o la Sociedad de Estudios Internacionales (SEI), entre otras instituciones.


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