“(…) en las nuevas instituciones del aparato estatal moderno, los británicos no encontrarían esos aspectos inmateriales, tan importantes para ellos, de “reverencia mística” y “lealtad religiosa” que animan las monarquías”.
Duras críticas contra los críticos
Las recientes declaraciones vertidas por Meghan Markle, duquesa de Sussex, y el principe Harry frente a la aclamada entrevistadora estadounidense Oprah Winfrey, ponen en relieve un fenómeno que va mucho más allá de los roces y tensiones que afectan a la Familia Real británica. En apariencia, dicha entrevista debería ser propia de análisis de las revistas del corazón antes que de este espacio. Sin embargo, para nosotros no es un tema trivial. Porque antes que a la entrevista en sí misma, queremos atender a las reacciones que esta suscitó en la sociedad británica.
Meghan y Harry no se guardaron nada. Fueron muy duros con la Corona. Comentarios de este calibre esgrimidos contra la nobleza, en cualquier otro lugar del mundo, habrían sido la invitación perfecta a cuestionar la legitimidad política de la monarquía. Pero en el Reino Unido eso no sucede. Al contrario, la pareja recibió condenas no solo desde el Palacio de Buckingham, sino que también desde prestigiosos medios de comunicación británicos y reconocidas figuras como el periodista Richard Kay -amigo íntimo de Diana de Gales, madre de Harry.
Esta situación es aún más sui generis si atendemos a que una cantidad nada despreciable de naciones, inspirados en el proyecto moderno y republicano de la Revolución Francesa, se deshicieron de sus monarquías hace décadas o siglos. Y, en lugares donde el proyecto republicano, por diversos motivos, aún no se asume o consolida -como es el caso de España-, las opiniones sobre la continuidad de la Casa Real son, por lo menos, muy divididas dentro de la ciudadanía.
Así lo reflejaba una encuesta llevada a cabo por la agencia 40dB y que fue publicada el 12 de octubre de 2020. Ante la consulta sobre la intención de voto en un eventual referéndum para dirimir sobre la continuidad de la monarquía española, la república se alzaba ganadora con un 40,9% de las preferencias sobre un 34,9% a favor de la nobleza. Aunque con un matiz interesante: el 39% de los encuestados cree ganaría la monarquía, mientras que solo un 31% apuesta por el triunfo de la república.
Otros estudios contrastan estos resultados. Es el caso de la encuesta efectuada por la agencia Invimark. Publicada más recientemente, en diciembre de 2020, este sondeo otorga un 54,3% de preferencias a la Casa Real versus un 30,3% para los republicanos.
Como sea, ambos estudios reflejan un nivel de polarización impensable en Reino Unido. Y en eso queremos ahondar. En cómo y por qué una institución que muchos suponen anacrónica logra tal nivel de adherencia, casi emocional, en una isla que muchas veces solemos estereotipar como fría, racional y pragmática.
Comunión nacional
El tema nos preocupa desde una perspectiva política que puede encontrar respuesta en algunas interpretaciones sociológicas. De ahí que más arriba dijéramos que no es un tema para nada banal. Si vamos nuevamente a las cifras, en Reino Unido no hay polarización en torno a la Corona. La mayoría de los sondeos le otorgan un 80% de apoyo, mientras que los abolicionistas y republicanos alcanzan apenas un 20%.
Esto es aún más paradójico si pensamos que, al contrario de lo que sucede en España u otros países monárquicos, en el caso de Reino Unido, la Casa Real no cumple ninguna función política o institucional concreta. La función de la Reina Isabel II, aunque es, en rigor, la de Jefa de Estado, no rebasa lo protocolar; lo simbólico. Los poderes se concentran, como en cualquier república del mundo, en el ejecutivo, es decir en el gobierno y sus ministerios; así como en el legislativo, donde encontramos a la cámara de los Lores y la cámara de los Comunes.
Entonces, la pregunta que todos nos hacemos es, ¿por qué la sociedad británica, aparentemente pragmática y hasta economicista, perpetúa un poder simbólico de corte extravagante y clasista? Pues porque para ellos es mucho más que eso. Es parte de la identidad de Reino Unido y por lo mismo, el país no puede -ni quiere- renunciar a ella tan fácilmente. Veamos qué elementos componen este fenómeno identitario.
La “Constitución Inglesa” (1867) del periodista y politólogo Walter Bagehot, es una obra de cabecera para los monárquicos ingleses. En ella podemos encontrar el primer antecedente de una explicación sociológica de este fenómeno de devoción popular hacia la Corona. Begehot atribuía cierto carácter diferente a su sociedad, argumentando que se trataba de un pueblo muy antiguo y, por lo mismo, gozaba de una racionalidad diferente a la que la modernización de Europa continental quisiera convertir en hegemónica. Señalaba que, en las nuevas instituciones del aparato estatal moderno, los británicos no encontrarían esos aspectos inmateriales, tan importantes para ellos, de “reverencia mística” y “lealtad religiosa” que animan las monarquías.
Casi 100 años más tarde, a mediados del siglo XX, luego de que Isabel II asumiera como Reina, los sociólogos Michael Young y Ed Shils condujeron un estudio científico sobre los importantes grados de adhesión que mantenía la Casa Real, pese al despilfarro de recursos que se utilizaron en un acto simbólico como es una coronación en plena posguerra. Y concluían: “la Coronación le dio a prácticamente toda la sociedad un contacto con lo sagrado tan intenso que creemos que se justifica considerarla como un gran acto de comunión nacional”.
Sobre estas interpretaciones se perfilan otras que, en la misma línea, explican este sentido de comunión en base a la herencia de un pasado de grandeza que se añora y sobre el que se construye identidad en la actualidad. Reino Unido fue un imperio que, con los procesos de independencia de sus colonias, fue perdiendo cada vez más influencia política y económica a nivel global. Se trata de un país importante, qué duda cabe, pero está lejos de su pasado de esplendor. En ese sentido, la mantención de la Corona se puede entender como un mecanismo de compensación simbólica de un pasado perdido.
La insularidad es otro factor que puede explicar, tal vez, en parte, la persistencia en perpetuar sus particularidades identitarias. Como señalan los antropólogos, la identidad se construye sobre todo por medio de diferenciación. Prueba de ello es que, hoy en día, en tiempos donde los estados-nación organizados en la fórmula de república incluso comienzan a quedar atrás y tienden a la integración en grandes bloques como la Unión Europea, Reino Unido toma partido por el Brexit. Evidentemente, es un pueblo que mantiene sus reservas y distancias con el resto del mundo.
Imaginario colectivo y cohesión social
La entrevista de Oprah a Meghan y Harry, así como estas interpretaciones y teorías explicativas pueden dar algunas luces de la considerable legitimidad de la que goza la Familia Real británica. Pero si debemos evaluar el impacto político de dicha popularidad, este no es menos relevante.
En contraste con lo que ocurre en muchas repúblicas, Reino Unido goza de niveles de estabilidad y gobernabilidad considerables. Desde la Segunda Guerra Mundial hasta el proceso del Brexit, la nación británica no ha tenido crisis internas o constitucionales significativas. De hecho, en ambos casos, las crisis provenían de relaciones exteriores ya sea bélicas o jurídico-comerciales.
Todo lo anterior es prueba de que, aunque la Casa Real solo goce de un poder simbólico, su importancia dentro del imaginario colectivo británico es clave para el mantenimiento de importantes grados de cohesión social y gobernabilidad que ya quisieran otros estados a nivel mundial.
Fuentes utilizadas en este artículo:
https://www.eliberico.com/la-importancia-de-la-monarquia-britanica/
https://www.larazon.es/internacional/20210302/3sh6by5mc5ag3oti5fzcjy4tx4.html
https://cnnespanol.cnn.com/2021/03/06/opinion-harry-y-meghan-exponen-la-hipocresia-del-palacio-trax/
Acerca del Autor de este Artículo
ANDRÉS FONSECA LÓPEZ
Profesional en Ciencias Sociales, Económicas y Gestión de Proyectos. Licenciado en Filosofía, estudios de Máster en Psicología y posgrados en Trabajo Social, Innovación y Emprendimiento. Especializado en Estudios del Desarrollo, Economía Política, Cooperación al Desarrollo y Derechos Humanos.
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