Este episodio histórico, por presiones turcas, ha sido comúnmente invisibilizado. La diáspora armenia, sin embargo, ha hecho serios esfuerzos a nivel internacional para posicionar estos hechos como uno de los genocidios que, tristemente, sumaron barbarie a la historia contemporánea. Y los esfuerzos han dado frutos porque, al menos a nivel académico, hay amplio consenso de que estas masacres configurarían un genocidio que podría haber dejado un saldo de cerca de un millón y medio de víctimas.
Tensiones entre Ankara y Washington
El pasado sábado 24 de abril el presidente de Estados Unidos Joe Biden hizo un reconocimiento a un episodio sumamente invisibilizado en la historia del siglo XX: el genocidio armenio. El gesto es importante porque Biden es el primer presidente del país norteamericano en calificar como genocidio las matanzas sistemáticas que sufrió este pueblo en las primeras décadas del pasado siglo a manos del Imperio Otomano, actualmente, Turquía.
Al día siguiente de este reconocimiento, Turquía manifestó al embajador de Estados Unidos en Ankara su protesta formal por los dichos del presidente Biden, llegando a señalar que “Rechazamos y condenamos la declaración del Presidente de EE.UU. sobre los sucesos de 1915. Politizar la historia no es un acto racional o moral. Es una pena que Estados Unidos sucumba a los grupos de interés y distorsione hechos históricos”.
La réplica de Turquía es cuanto menos curiosa porque, la verdad, no hay nada más político que la historia. Y si bien, efectivamente, Biden introduce cuotas de tensión política al tomar posición junto al pueblo armenio, una revisión de los hechos históricos desde una perspectiva científica y rigurosa, nos sugiere que la instalación de un relato político conveniente, es más bien lo que se sostiene desde Ankara. Pasemos a revisar los acontecimientos a los que nos referimos.
El genocidio armenio
La actual República de Armenia es un Estado que se localiza geográficamente , entre Europa y Asia, en el Cáucaso montañoso, siendo su límite sur occidental fronterizo con Turquía. Y es precisamente el territorio occidental de Armenia el que, desde 1555, estuvo bajo el dominio del Imperio Otomano hasta el siglo XX.
Bajo ese dominio, la situación nunca fue la mejor para el pueblo armenio que, siendo una minoría cristiana con lengua y cultura propias dentro de un Imperio musulmán por definición, quedaron relegados a una situación de marginación y opresión permanentes.
Durante el siglo XIX, animados por los cuestionamientos de potencias europeas al Imperio Otomano, en la que los emplazaban a dar un mejor trato a sus minorías cristianas, comienzan a surgir y articularse los primeros movimientos de liberación nacional armenia. Cabe señalar que un especial aliciente para los armenios fue la derrota del Imperio Otomano ante Rusia y su resultado político: el Tratado de San Stefano. Este permitió la independencia de Rumania, Serbia y Montenegro, y en algún grado de Bulgaria.
Para el Imperio Otomano, estos sucesos eran una señal de la decadencia de su poderío, cosa que los puso en ofensiva contra cualquier intento de independencia del pueblo armenio. Por ello, aumentaron los grados de represión hacia la población armenia, teniendo como epílogo las denominadas “masacres hamidianas” perpetradas entre 1894 y 1896 bajo las órdenes del sultán Abdul Hamid II y en las que se estiman fueron asesinados doscientos mil armenios. Este será solo un adelanto del genocidio que se aplicará contra este pueblo unos años más tarde.
Posteriormente, con el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, el Imperio Otomano, consciente de su debilidad, decide aliarse a Alemania y al Imperio Austro-Húngaro. Inspirados por su nacionalismo musulmán entran a la guerra declarando la Yihad o Guerra Santa. Con esta declaración, su población musulmana es llamada a deshacerse de la población no musulmana del Imperio: armenios, asirios y griegos.
A los armenios en particular, se les consideraba un grupo rebelde que amenazaba a la seguridad nacional; traidores; un potencial aliado de enemigos como Rusia.
Es en este contexto, el 24 de abril de 1915, que el Imperio arresta a numerosos intelectuales y figuras políticas del pueblo armenio. Los detenidos fueron conducidos desde Constantinopla a Anatolia para ser ejecutados. Luego, aprovechando el importante contingente de armenios dentro del ejercito del Imperio, estos fueron destinados, en calidad de “batallones de trabajo”, a construir una red de caminos y líneas de ferrocarril bajo condiciones extremas, mientras que eran víctimas de esporádicos asesinatos por parte de las tropas otomanas.
Pero eso no es todo, el genocidio se extendería, en su fase más intensa, hasta 1916 y, con menor intensidad, hasta 1923. En ese periodo niños, mujeres y adultos mayores, fueron abandonados y expuestos a condiciones de hambre, enfermedad y agresiones delictuales. Los sobrevivientes de estos métodos de exterminio “pasivos” serían deportados y vagarían hasta campos de concentración en los desiertos de Siria e Irak donde, eventualmente, encontraban la muerte.
Sin embargo, también hubo episodios aún más brutales que no solo dan cuenta de el carácter deliberado en el intento de aniquilación del pueblo armenio por parte del Imperio Otomano, sino que además adelantaron en varios años el Holocausto. Hablamos de quemas masivas de aldeas completas con gente en su interior. También se registran testimonios que relatan sobre el ahogamiento de personas en el mar. En todos estos casos, los objetivos principales eran las mujeres y los niños.
El uso de químicos e incluso bacterias para el asesinato de prisioneros, también fue puesto en práctica. En parte con objetivos de experimentación y en parte con objetivos de aniquilación, este antecedente sitúa al Imperio Otomano como uno de los tristes precursores en el uso de este tipo de formas de exterminio.
Actualidad
Este episodio histórico, por presiones turcas, ha sido comúnmente invisibilizado. La diáspora armenia, sin embargo, ha hecho serios esfuerzos a nivel internacional para posicionar estos hechos como uno de los genocidios que, tristemente, sumaron barbarie a la historia contemporánea. Y los esfuerzos han dado frutos porque, al menos a nivel académico, hay amplio consenso de que estas masacres configurarían un genocidio que podría haber dejado un saldo de cerca de un millón y medio de víctimas.
Distinta es la situación en el ámbito político internacional en donde, por distintos intereses, el reconocimiento a este genocidio es bastante limitado. Por ejemplo, en la Unión Europea, de los 27 países que la conforman, solo 17 se han referido a estos hechos con la categoría de genocidio. Y, en total, solo una treintena de Estados les ha dado tal categoría a estos hechos. De ahí la importancia de este gesto por parte de Washington que, sabemos, por su influencia global, puede marcar el camino para el reconocimiento de este genocidio por parte de otros Estados, aportando así a la memoria histórica del pueblo armenio y del mundo.
Fuentes utilizadas en este artículo:
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/genocidio-armenio_16665
Acerca del Autor de este Artículo
ANDRÉS FONSECA LÓPEZ
Licenciado en Filosofía, Máster en Psicología, Posgrado en Trabajo Social, Diplomado en Políticas Sociales, Pobreza y Territorio, Diplomado en Derechos Humanos de los Grupos en Situación de Vulnerabilidad.
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