Irak ha sido un país duramente golpeado durante los últimos cuarenta años. Bajo el liderazgo de Saddam Hussein, entre los años 1980 y 1988 fue protagonista -en clara desventaja- de una guerra contra Irán. Las consecuencias de este prolongado conflicto fueron devastadoras tanto para la población como para la economía del país. Eso sin mencionar que Hussein no consiguió su inicial objetivo de anexar territorios iraníes.
Un país en ruinas
Pocos años después, Irak, en otro intento expansionista, intenta anexar al Estado de Kuwait a sus dominios. ¿Las consecuencias? Una coalición liderada por Estados Unidos y bajo autorización de Naciones Unidas, da inicio a lo que conocimos como la Guerra del Golfo en 1990. Finalizado el conflicto en 1991, es el pueblo iraquí y su ya previamente debilitada economía son, una vez más, las principales víctimas del conflicto.
La entrada en el siglo XXI nuevamente golpea con fuerza a Irak. El año 2003, Estados Unidos y Reino Unido encabezan una invasión internacional contra Saddam Hussein. Como desenlace de dicho conflicto, Hussein es condenado a la horca en 2006 por crímenes de lesa humanidad. Terminada la guerra, el 2011, el país está en ruinas y la crisis humanitaria es brutal.
Y las agresiones no cesaron. En medio de los esfuerzos de reconstrucción del país por parte de un resiliente pueblo iraquí, el terrorismo yihadista de Al-Qaeda y luego de su heredero, el Estado Islámico, no dieron tregua ni a militares ni a civiles. En especial a aquellos que, según el fundamentalismo yihadista, son considerados enemigos. Tal es el caso de la minoría católica de Irak.
Es por ello que, en su reciente visita a dicho país, el Papa Francisco no ha dejado pasar la oportunidad para recordar el atentado que el 2010 afectó a una catedral sirio-católica en Bagdad. En esa ocasión fueron asesinadas 48 personas a manos de Al-Qaeda. Entre las víctimas había 2 sacerdotes.
En su recorrido, también pudo apreciar los vestigios de la ciudad de Mosul completamente devastada, para posteriormente trasladarse a Qaraqosh, ciudad iraquí de población mayoritariamente cristiana, donde su catedral fue quemada por los yihadistas de Estado Islámico. La incursión del ejército de terroristas sobre esa ciudad obligó a cerca de 150.000 cristianos a abandonar sus hogares y quedar a la deriva como desplazados.
“El terrorismo nunca tiene la última palabra”
En sus visitas a las comunidades cristianas de Irak, el Sumo Pontífice pudo compartir con víctimas y testigos directos del avance del terrorismo yihadista por ese país. Por ello, el Papa Francisco no tuvo comentarios moderados al momento de condenar estas expresiones de intolerancia y violencia extrema. Entre sus mensajes, y a propósito del atentado en la catedral de Bagdad, sostuvo que “su muerte nos recuerda con fuerza que la incitación a la guerra, las actitudes de odio, la violencia y el derramamiento de sangre son incompatibles con las enseñanzas religiosas”. A estas palabras agregó una frase tan elocuente como potente: “la religión debe servir a la causa de la paz y de la unidad entre todos los hijos de Dios”. Y en Qaraqosh, específicamente en la siniestrada catedral ahora reconstruida, dio esperanza a los fieles señalando que “Nuestro encuentro demuestra que el terrorismo y la muerte nunca tienen la última palabra”.
La condena sin matices al terrorismo en general y, particularmente al terrorismo yihadista que afectó a la minoría católica en Irak, no es casual. Dentro del cuerpo doctrinario de la Iglesia Católica, el terrorismo escapa totalmente de los conceptos y orientaciones morales presentes en la denominada teoría o doctrina de la guerra justa.
La doctrina de la guerra justa fue desarrollada tempranamente, en la Edad Media, por teólogos católicos de la talla de San Agustín de Hipona y Santo Tomás de Aquino y, más tarde, por Francisco de Vitoria y Francisco Suárez. Esta concepción se diferencia de corrientes del cristianismo primitivo que se declaraban derechamente como pacifistas y reconoce, a la luz de la historia, la inevitabilidad del conflicto bélico. Sin embargo, en su construcción doctrinaria, no todo conflicto de este tipo sería justo. Para que la guerra tenga un contenido de justicia que la justifique, debe contener las siguientes notas características:
– “Que sea declarada por autoridad legítima”.
– “Que tenga una causa justa”.
– “Que sea llevada con recta intención”.
Salta a la vista que las agresiones de Al-Qaeda o el Estado Islámico, ambos grupos clandestinos, sin legitimidad, que sostienen causas expansionistas basadas en fundamentalismos religiosos y que no respetan ningún código moral ni de derecho humanitario en su actuar, se distancian absolutamente de la posibilidad de ser considerados como beligerantes justos en el marco de esta doctrina. Lo que no es un asunto menor si atendemos a que el derecho internacional humanitario o de guerra se nutre de estos aportes de la teología cristiana.
No obstante, la condena del Papa Francisco al terrorismo durante su estadía en Irak no se redujo a un llamado que apela a las simples buenas intenciones de la humanidad. También puso acento en las condiciones sociales, culturales y económicas en las que fermentan tensiones que pueden derivar en conflictos bélicos o, peor aún, en el flagelo del terrorismo.
Por este motivo, el Papa Francisco pidió una reconstrucción de Irak que tenga en el centro “la participación de todos los grupos políticos, sociales y religiosos, y garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos” -sostuvo-, agregando además que esa reconstrucción solo será posible en la medida que las instituciones competentes trabajen “desde la honestidad y la transparencia” y con el apoyo sincero de la comunidad internacional, es decir velando por alejar los “intereses políticos e ideológicos” sobre ese territorio.
Fuentes utilizadas en este artículo:
https://www.larazon.es/religion/20210305/j6m4dpmgjzb3rbc534dxdl6gyq.html
https://news.un.org/es/story/2014/08/1308961
https://global-strategy.org/la-teoria-de-la-guerra-justa-origenes-evolucion-y-contenidos/
https://revistamarina.cl/revistas/1995/2/recasens.pdf
Acerca del Autor de este Artículo
ANDRÉS FONSECA LÓPEZ
Profesional en Ciencias Sociales, Económicas y Gestión de Proyectos. Licenciado en Filosofía, estudios de Máster en Psicología y posgrados en Trabajo Social, Innovación y Emprendimiento. Especializado en Estudios del Desarrollo, Economía Política, Cooperación al Desarrollo y Derechos Humanos.
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