“¿Policía? Mi hijo quiere ser parte del DAESH”. Últimamente, estamos asistiendo, a través de los medios de comunicación, a ver cómo prolifera el terrorismo islámico a manos del grupo denominado DAESH en el que también, e inexplicablemente, se involucran algunos occidentales.
Aucal quiere mostrar en esta entrada algunas claves para la prevención de esta situación, un poco de lo que sucede en España, pero que también es reflejo de lo que está sucediendo en el mundo.
Entre las reacciones al reciente atropello en masa de Niza (Francia), está la de preguntarnos si algo similar podría ocurrir en España. Algunas de esas preguntas parten del miedo al denominado ‘enemigo interior’ y de una premisa que no se corresponde con la realidad: que los musulmanes españoles viven de espaldas a la sociedad o que ignoran deliberadamente los intentos del extremismo yihadista por asentarse en España.
Recientemente, diferentes representantes de los servicios de inteligencia españoles intervinieron en los cursos de verano de la universidad Complutense de Madrid, donde todos hablaron sobre el yihadismo. Tanto la Policía como el CNI y la Guardia Civil destacaron la excelente colaboración que mantienen estos cuerpos con la comunidad islámica española.
Buena parte del éxito antiterrorista musulmán en España parte de la gran colaboración entre la comunidad musulmana y las Fuerzas de Seguridad del Estado, según destaca el segundo al mando del Servicio de Información de la Guardia Civil, el coronel Valentín Díaz, quien afirma también que “las familias nos llaman cuando ven que uno de sus miembros se radicaliza”.
Este hecho, que podría parecer extraño a primera vista o, incluso, producto del miedo, es más fácil de entender si comprendemos el punto de vista de los musulmanes españoles acerca del terrorismo, ya sea el del DAESH o de Al-Qaeda.
Los musulmanes españoles tienen un apodo para los radicalizados. Los llaman despectivamente ‘barbudos’. Y piensan en ellos lo mismo que pensamos de alguien que es captado por una secta destructiva. Y es que el DAESH es una secta destructiva que pregona el fin del mundo y que afirma ser el Emirato que combatirá (y vencerá) a los “romanos” antes del Apocalipsis.
Cuando el DAESH empezó a tener notoriedad, el presidente de la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE), Riay Tatari, firmó un comunicado en el que condenaba rotundamente sus actividades e ideas. En él decía lo siguiente: “Algunos grupos extremistas se autonombran con grandes palabras y nobles significados, cuando sus acciones demuestran lo contrario, sembrando el terror con su violencia criminal e injusticia opresora”. De hecho, la UCIDE no ha tardado en condenar la masacre de Niza, a la que ha calificado como “ataque brutal” y “horror criminal”.
Atención a las señales
Para las familias musulmanas españolas, el proceso mediante el cual sus hijos comienzan a radicalizarse es tan dramático como lo fue para las familias cristianas en la oleada de sectas que hubo en España en los años 80. Pero, en este caso, una diferencia: hay que intervenir cuanto antes al detectar los síntomas, que son comunes a los de todas las víctimas de sectas. A saber: cambios en la manera de vestir, comportamiento esquivo, retraimiento afectivo,
Una vez radicalizados, los captados por DAESH son urgidos a entrar en acción cuanto antes contra “objetivos blandos”, esto es, a realizar ataques indiscriminados a gente en áreas concurridas y difíciles de vigilar. Y los ataques han de ser suicidas. Contra un suicida es más difícil protegerse ya que son individuos muy letales, suelen ir drogados al realizar esos ataques y si no se inmolan, suele haber otro para inmolarlos.
Aunque Policía, Guardia Civil y CNI tienen infiltrados e informantes, tanto dentro como fuera de las redes, detectar a personas que se están radicalizando es muy difícil. De ahí la importancia que se da tanto a la colaboración con las comunidades musulmanas españolas como a las políticas de prevención, que van más allá de la mera actividad policial.
Para la inmensa mayoría de musulmanes en España, DAESH o Al-Qaeda son sinónimos de delincuencia y de enfermedad mental. El 11-M es un ejemplo recurrente para explicar su punto de vista: delincuentes y traficantes que, de repente, quieren ‘lavar’ su existencia a través de una variante de la religión que les permite seguir siendo tan violentos como su actividad criminal. O cristianos conversos en busca de ser “más musulmanes que los musulmanes” y que son una descripción de libro de potenciales víctimas de una secta: personas sumisas, dependientes, ingenuas e idealistas”, según la psicóloga clínica Vega González.
Como en el caso de las sectas, la familia suele ser la primera en detectar que algo va mal y también la primera en pedir ayuda, aunque ello incluya avisar a la Policía o la Guardia Civil. Según explicó el coronel Díaz, aunque no puede “garantizar que mañana mismo no vaya a pasar nada, si no ha habido más atentados desde el 11-M es porque, entre todos, algo estaremos haciendo bien”.
Está claro que evitar la radicalización y la inclusión de las personas en estos grupos terroristas es cosa de todos, sobre todo, de los familiares, amigos y allegados de las víctimas de estos grupos con perfil de secta. Y, por supuesto, el trabajo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado es crucial para prevenir y evitar la actividad que pretenden perpetuar los terroristas. Por eso Aucal forma a sus alumnos con el máster oficial en Seguridad y Defensa, que está dirigido especialmente a los miembros de las Fuerzas Armadas y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, pero también a otros colectivos.