En los últimos años, los eventos de masas, ya sean culturales, deportivos o de otra índole, han adquirido un rápido y gran protagonismo en las principales ciudades españolas, como verdaderos catalizadores del ocio popular. Sin embargo, la necesidad de adaptación a este súbito crecimiento por parte de promotores, administraciones, proveedores y servicios de emergencia, ha provocado fuertes desequilibrios en los procesos de producción y organización.
Esta urgencia adaptativa ha provocado que, en la mayoría de los casos, los actores intervinientes en el sector no hayan tenido más remedio que enfocar sus esfuerzos en alcanzar el nivel deseado en relación con la propia organización técnica de sus eventos, así como en aspectos derivados de la rentabilidad del propio negocio, en detrimento otros de los que, lamentablemente, sólo se percibe su importancia cuando ya es demasiado tarde: la seguridad del público.
Por ello, hemos de resaltar que la cultura de la autoprotección en grandes eventos en nuestro país es un fenómeno muy poco evolucionado, sobre todo en comparación con los países de nuestro entorno europeo. Si bien en muchos ámbitos de nuestra sociedad se han ido adoptando medidas satisfactorias en la búsqueda de la equiparación de nuestra normativa a las exigencias de la Unión Europea, así como resultado de iniciativas legislativas propias, los aspectos relacionados con la seguridad y autoprotección en eventos siguen aún lejos de alcanzar los estándares mínimamente deseables.
Si bien trágicos sucesos como el caso del Madrid Arena en 2012 en nuestro país o la tragedia del Love Parade en Alemania en 2010 han supuesto un toque de atención para el sector en cuanto a la concienciación sobre la urgente necesidad de adoptar medidas eficaces en el ámbito de la autoprotección en eventos de masas, la respuesta ha sido insuficiente desde todo punto de vista.
Imagen de los terribles acontecimientos ocurridos en el Madrid Arena en 2012
Desde las Administraciones Públicas se están haciendo esfuerzos para actualizar la legislación existente y para crear nueva normativa que refleje los cambios en la sociedad y en el sector que nos ocupa. Un sector en constante crecimiento y evolución, de enorme importancia a nivel económico y social, pero también muy sensible y que alberga elementos de riesgo que deberían, desde el plano normativo, ser abordados con decisión y realismo.
A pesar de dichos esfuerzos, nos encontramos con una legislación y reglamentación “de mínimos” que, en muchos casos, no son eficaces en relación con su espíritu y finalidad y que, por tanto, permiten su cumplimiento legal, pero no garantizan sus objetivos. En otros casos, dicha Legislación, desconocedora en cierta medida de las dinámicas de funcionamiento del sector y de este tipo de eventos, se muestra excesivamente restrictiva en algunos puntos y, sobre todo, carente de una visión integrada, lo que podría afectar a la sostenibilidad de los propios proyectos que regulan.
Por otro lado, si bien algunas de las entidades involucradas en la organización de eventos intentan adoptar medidas suplementarias encaminadas a la protección de personas y bienes durante la celebración de dichos eventos, dichas iniciativas no están basadas en una sólida formación en la materia y, a pesar de las buenas intenciones, pecan a menudo de falta de información y raramente responden a un marco integral sobre el que estructurar de manera coordinada, eficaz y coherente, un sistema de autoprotección realmente útil y global.
Otro campo, vital, en el que nuestro país adolece de falta de adaptación al veloz ritmo de crecimiento del sector, es la falta de formación específica en lo relativo a Seguridad y Autoprotección en eventos, siendo necesario iniciar un camino que conduzca a la instauración de formación sistematizada que provea al sector de profesionales altamente formados y especializados.
Y creemos que el factor fundamental, que provoca las carencias mencionadas, es el altísimo grado de desintegración entre los diferentes actores involucrados en el sector, con el resultado de una considerable carencia en cuanto a la formación, la coordinación y el intercambio de información que deben prevalecer entre las partes. Es necesario, pues, como primer paso, fomentar, de manera progresiva, la integración, la coordinación y el intercambio de información; de establecer estrategias de coordinación efectiva y mecanismos de actuación conjuntos que resuelvan dichas deficiencias y puedan ofrecer las respuestas adecuadas a los riesgos que comporta la celebración de este tipo de eventos.
Autor: Dani Fernández