En la Darknet del mundo libre es posible encontrar tráfico de drogas, comercialización ilegal de armas, venta de documentación de identidad falsa, tráfico de personas e incluso de órganos. Todo eso y más se ofrece en la Internet oscura. Y en ese “más” encontramos una de las actividades más inquietantes: la Darknet es punto de articulación de redes de pedófilos.
Clearnet, Deep Web y Darknet
Internet ha revolucionado el mundo desde sus inicios. Nadie discutiría sus múltiples utilidades y de cómo ha acelerado una serie de cambios positivos a nivel global. Ahora, con la pandemia del nuevo Coronavirus, su rol ha sido esencial para mantener grados de comunicación y relativa normalidad. Sin embargo, como toda herramienta, la Internet puede servir a otros fines menos nobles. Es el caso de la denominada Darknet. ¿Qué es eso? Revisemos.
La Internet está dividida en capas. Este blog, por ejemplo, es parte de la llamada Clearnet o red clara. Su contenido se puede encontrar fácilmente a través de cualquier motor de búsqueda tradicional ya que las direcciones electrónicas se encuentran indexadas por los mismos. Es lo que podemos denominar, básicamente, la Internet superficial. No obstante, estos sitios suponen apenas un 10% de la totalidad de los sitios de Internet. El otro 90% corresponde a la Deep Web o Internet profunda.
En la Deep Web, en cambio, las cosas son menos transparentes. Pero al contrario de lo que se cree, no se trata de algo necesariamente perverso. Gran parte de la información corresponde a datos privados de cuentas de correo o drives de instituciones gubernamentales, centros de investigación, universidades, etc. También podemos encontrar almacenados los contenidos cerrados; esos a los que se puede acceder a través de sitios de pago. En ese sentido, la Deep Web, pese a lo sugerente de su nombre, no es algo derechamente preocupante. Es solo la segunda capa de Internet; esa que está bajo la superficie. Lo realmente complejo es lo que sucede en la Darknet o red oscura.
La Darknet, más conocida como Dark Web, efectivamente se encuentra dentro de los dominios de la Deep Web, pero solo es una porción de ella. De hecho, se estima que corresponde a un 0.1% de la totalidad de los contenidos de la red profunda. ¿Y cómo opera la Darknet? En términos generales, se trata de redes y sitios que no se encuentran indexados por los buscadores más comunes. A estos sitios solo se puede acceder con ciertos programas, entre los que Tor, el navegador que tiene como logotipo una cebolla, es el más conocido. Y no es extraño que el logo de Tor sea una cebolla, porque lo que hace el programa es enmascarar en varias capas la dirección IP de quienes navegan, para así darles total anonimato.
Otra forma de describir a la Internet oscura es como pequeñas redes aisladas operando descolgadas de la red global. Es decir, microredes autónomas fuera del alcance de cualquier fiscalización.
Actividades ilegales
Las actividades que se efectúan en la Darknet son preocupantes porque, como es de esperar, el anonimato se utiliza, en gran medida, para efectuar actividades de corte ilegal. En el caso más amable, tenemos el uso que se le da en países con restricciones a las libertades democráticas. En esos escenarios, sus usuarios suelen ser comunicadores sociales y activistas políticos que luchan por superar las barreras informativas de regímenes opresores. Por ello, hay quienes señalan que la Internet oscura no es mala per sé. En ciertos lugares del mundo no son más que herramientas para luchar por los derechos humanos y civiles.
Pero en países con sociedades abiertas, preocupa el uso que se le da para las actividades ilícitas. En la Darknet del mundo libre es posible encontrar tráfico de drogas, comercialización ilegal de armas, venta de documentación de identidad falsa, tráfico de personas e incluso de órganos. Todo eso y más se ofrece en la Internet oscura. Y en ese “más” encontramos una de las actividades más inquietantes: la Darknet es punto de articulación de redes de pedófilos que comparten material pornográfico infantil y hasta se coordinan para perpetrar abusos a menores de edad y producir nuevas imágenes o videos. Este es el tema que, por su relevancia, nos interesa abordar en las líneas siguientes.
Antes de continuar, cabe señalar que el concepto pornografía infantil no es del todo preciso, ya que la pornografía supone algún grado de consentimiento de parte de los protagonistas de la producción; cosa que, tanto en un plano jurídico como en la práctica no ocurre con los menores de edad que son, en realidad, víctimas de abuso sexual en distintos grados.
El caso Elysium y las dificultades para perseguir a los pedófilos
El año 2017 la policía alemana detuvo a los administradores de una plataforma virtual, un foro llamado Elysium, dedicado a la distribución de fotos y videos que registraban abusos y torturas a niños, niñas y bebés. El caso fue un escándalo mundial porque el sitio contaba con cerca de 111.000 cuentas de usuarios registrados a nivel global. Se cree que muchos de ellos habrían migrado desde una plataforma australiana que fue clausurada el 2016. Esto da cuenta del nivel de alcance y hasta de coordinación de este tipo de actividades ilícitas en la Internet oscura.
Estos aciertos policiales, aunque son celebrados, hacen temer sobre las reales dimensiones de este fenómeno a nivel global. Porque lo de Australia o Alemania son dos hallazgos, pero, ¿cuántos foros de este tipo existen en la Darknet? Lo cierto es que las policías, en particular las de los países democráticos, se ven algo limitadas en sus posibilidades de control de este tipo de contenidos.
Por supuesto, la primera dificultad es de carácter tecnológico. Los administradores del foro Elysium fueron descubiertos por una suerte de error gracias a que una dirección IP no se encriptó de manera efectiva. Esto permitió a las policías poder rastrearles. Pero al resto de los usuarios de esa red o a otros posibles administradores, difícilmente se les podría seguir la pista gracias a las características de anonimato de la Internet oscura. Es decir, las policías no cuentan con tecnología lo suficientemente avanzada para sumergirse con eficacia en estas zonas opacas del Internet.
A lo anterior, se suman dificultades jurídicas. En países occidentales existe una alta valoración social de la protección de los datos personales y, en general, se aspira al uso democrático, abierto y sin restricciones, de Internet. La cultura de las sociedades abiertas y sus expresiones jurídicas, lógicamente, ponen trabas a las investigaciones policiales que se pueden considerar invasivas.
Y ante las propuestas de algunos sectores de implementar control total, por ejemplo, a la Darknet prohibiendo los programas que permiten navegar en ella, el debate adquiere ribetes éticos. Por ejemplo, los defensores de la libertad en Internet plantean las siguientes interrogantes:
¿Es deseable controlar y censurar la Internet por la actividad ilícita que acontece en ella? Y, más, allá, ¿es una herramienta en principio neutral como Internet la responsable de la existencia de los pedófilos? ¿Dejará de existir el abuso a menores y la puesta en circulación de registros de estos abusos si se censura la Internet?
Las preguntas parecen pertinentes. Pero en lo inmediato, y ampliando el debate desde la perspectiva del interés superior de los niños, niñas y adolescentes consagrados en la Declaración de los Derechos del Niño, ¿cómo dotamos a las policías de herramientas más eficaces para el combate de este flagelo?
Fuentes utilizadas en este artículo:
https://www.xataka.com/basics/que-dark-web-que-se-diferencia-deep-web-como-puedes-navegar-ella
https://www.youtube.com/watch?v=nle3FDZNDzI
https://www.dw.com/es/pedofilia-en-la-darknet/av-56058625
https://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/06/140619_internet_oscura_pedofilia_am
Acerca del Autor de este Artículo
ANDRÉS FONSECA LÓPEZ
Profesional en Ciencias Sociales, Económicas y Gestión de Proyectos. Licenciado en Filosofía, estudios de Máster en Psicología y posgrados en Trabajo Social, Innovación y Emprendimiento. Especializado en Estudios del Desarrollo, Economía Política, Cooperación al Desarrollo y Derechos Humanos.
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