La guerra comercial desatada entre EE.UU. y China de la mano de la Administración Trump, visibilizó públicamente el temor existente en la Casa Blanca por perder su lugar como la principal potencia económica del mundo frente al gigante asiático.
El desarrollo tecnológico chino
Es que desde 1992, año en que China recién ingresa al ranking de las diez economías más grandes del mundo, al 2010, año en el que consigue instalarse en el segundo lugar de esa tabla, todo hace prever que su ascenso, con tasas de crecimiento casi siempre cercanas al 8%, continuará a ritmos acelerados. Posibilidad mucho más segura si consideramos los éxitos que China comienza a cosechar con su estrategia tecnonacionalista.
Con estrategia tecnonacionalista nos referimos a un particular modelo de desarrollo científico-tecnológico que ha adoptado el Estado chino. Este se caracteriza por promover, por medio de virtuosas alianzas público-privadas, fuertes inyecciones de dinero público a iniciativas tecnológicas privadas. Así mismo, desde el Estado se establecen regulaciones flexibles y políticas preferenciales a un sector productivo que el país considera de valor clave para posicionarse como potencia en el escenario geopolítico. A modo de ejemplo, solo en la ciudad de Shenyang recientemente se han inyectado 20.000 millones de yuanes (cerca de EUR 2.500 millones) con el objetivo explícito de potenciar el desarrollo de la robótica.
Y para qué hablar de Zhongguancum, el barrio ubicado en el distrito de Haidian en Pekín, que podría ser el homólogo chino de Sillicon Valley. En él coinciden centros de investigación avanzada, núcleos financieros e instituciones de formación como la Academia China de Ciencias y dos prestigiosas universidades. Todo esto junto a un número importante de reconocidas empresas del campo tecnológico, tanto chinas como extranjeras, entre ellas Google y Microsoft. Por supuesto, este Sillicon Valley no sería lo que es hoy, si no fuera por el impulso que el Estado chino le ha dado durante los últimos diez años.
Esta combinación de factores que cuentan con el apoyo de la iniciativa estatal, han permitido que en relativo poco tiempo China irrumpa y se posicione a la vanguardia del desarrollo tecnológico mundial, con fuerza suficiente como para intimidar a quienes hasta hace poco eran los campeones en esta área de la industria: los estadounidenses.
Pero China es mucho más que robótica o un bonito parque de investigación. Lo cierto es que el país asiático innova en todo el espectro del campo tecnológico. En Occidente los podemos reconocer en sus famosas startups de aplicaciones o con los smartphones de bajo costo que inundan nuestros mercados. Pero un ámbito en el que China comienza a dar que hablar y que, aunque es algo lejano para el consumidor promedio, promete revolucionar nuestra relación con las nuevas tecnologías, es la investigación y desarrollo en el área de la Inteligencia Artificial (IA).
Inteligencia artificial y control social
Reconocimiento facial, reconocimiento de voz, traducción automática basada en el monitoreo de redes neuronales, conducción autónoma, drones, robots humanoides, aprendizaje profundo, análisis de Big Data, investigación sobre relaciones entre hombres y máquinas. Estas son algunas de las áreas de aplicación de la Inteligencia Artificial que China se encuentra desarrollando. Sin exagerar, la China del siglo XXI es la utopía para cualquier amante de la tecnología. Pero más allá de estos optimismos, hay quienes levantan voces de alerta frente al avance de la Inteligencia Artificial made in china.
La primera crítica contundente vino de la mano del Pentágono que, en un informe de 2018 señalaba que “China representa un riesgo significativo y creciente para el suministro de materiales y tecnologías consideradas estratégicas y fundamentales para la seguridad nacional de Estados Unidos”. Esta afirmación, que tensionó aún más los ánimos en la creciente guerra comercial entre China y el país norteamericano, ponía su acento en temas de seguridad de forma demasiado general e interpretable. Sin embargo, un nuevo y más reciente informe elaborado por la Comisión Nacional de Seguridad estadounidense, es más explícito al sostener que la lucha por el liderazgo en el campo de la inteligencia es, a fin de cuentas, una lucha de valores. ¿Por qué de valores?
Es que el desarrollo de la Inteligencia Artificial china parece ir en una dirección inquietante, al menos en su despliegue dentro del territorio chino, en la que destacan sus aplicaciones al servicio de estrictos fines de vigilancia para el control social y político interior. De hecho, la posible amenaza que describen estos informes de inteligencia, se complementa con las denuncias esgrimidas por la ONG Human Rights Watch, que en 2018 advertía que el concepto de Smart City defendido por el estado chino, entra en serio conflicto con el derecho a la intimidad que se entiende como un derecho básico en cualquier democracia liberal occidental. Según el organismo de derechos humanos, el principal objetivo de este excesivo control basado en nuevas tecnologías, es rastrear a disidentes políticos y minorías sociales.
El Estado chino se defiende argumentando que las cámaras de reconocimiento facial y de reconocimiento de matrículas de coche, junto con otros dispositivos similares, se dedican a acumular enormes cantidades de información de un número indeterminado de ciudadanos con fines netamente preventivos. Estos sistemas serían tan eficaces que incluso conseguirían predecir conductas de riesgo.
Y aunque hay quienes pueden justificar este tipo de control social en función de la seguridad ciudadana y el orden público, durante los últimos años, las intervenciones preventivas basadas en lo último de la Inteligencia Artificial en China, han causado polémica y preocupación incluso entre los más férreos defensores de la vigilancia en Occidente. Esto con dos casos particulares, que no dejan a nadie indiferente.
El primero, fue el de la noticia que informaba que China comenzaría a implementar un sistema de puntuación con el que evaluaría a los bien vigilados ciudadanos chinos etiquetándolos entre buenos o malos ciudadanos, para así condicionar la entrega de beneficios sociales según dicha evaluación. En la misma línea, hace un par de años nos enterarnos de uniformes escolares inteligentes que permiten conocer la ubicación de los niños, niñas y adolescentes. ¿Por su seguridad? No. Para evitar las inasistencias a clases.
En Occidente ambas iniciativas parecen sacadas o de la clásica novela 1984 de George Orwell o, más actual, de un capítulo de Black Mirror. Es decir, en ambos casos, vemos disciplinamiento ciudadano antes que un método preventivo. De ahí la preocupación por el uso de desarrollo de la Inteligencia Artificial en China.
Acerca del Autor de este Artículo
ANDRÉS FONSECA LÓPEZ
Profesional en Ciencias Sociales, Económicas y Gestión de Proyectos. Licenciado en Filosofía, estudios de Máster en Psicología y posgrados en Trabajo Social, Innovación y Emprendimiento. Especializado en Estudios del Desarrollo, Economía Política, Cooperación al Desarrollo y Derechos Humanos.
Fuentes utilizadas en este artículo:
https://www.hrw.org/news/2018/12/26/chinas-bumbling-police-state
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